06 enero 2006

Lorcura

El arcediano de mi conciencia llama a la puerta cuando mi soledad se distrae. Alguna remembranza sucia sabe encontrar para contradecirme. Lo miro hasta cuando ni sé de qué habla. Quiere que no lo olvide: a él y a sus miserias. Yo quiero irme a otro lado. Pero no me entiende. No entiende que recónditas antigüedades no pueden opacarme la vista. Y él afirma que sí… Un torbellino retuerza sus sonidos. No sé dónde terminan los verdaderos rostros de la verdad y donde empiezan las mentiras. Porque acá toda realidad es legal desde que no existe monarquía. Así que todos construyen aparatos respiratorios cada vez más complejos, más propios, y consumen sin prejuicio alguno todos los amaneceres que rimen con el sabor del sentido oportuno. Una voz patriarcal sale de una lámpara disfrazada de una pálida felicidad a cantarle a una amapola sorda. Alguien ve cual soy yo? Tantos fantasmas de las horas vividas ocupando espacios en la memoria. Tantas versiones de mí. Y un atardecer que de golpe apaga los ruidos que me mantienen atada a la realidad. Acaso la ceguera me protege de la transitoriedad que une las imaginarias postas? Ahora lo busco. (Arcediano, dónde estás) Pienso que él sabe algo que yo no. (Todavía no sé por qué) Pero ahora es eco. (Por qué) Hago silencio para adivinarlo. (Los mudos gritos que desfiguran las fronteras) Escucho el salpicar de una perfecta noche lluviosa. Caen espejos en las gotas. Creo verme una y otra vez. Los mismos ojos desiguales. Ambiguos. Contradictorios. Basta. (Hay alguien en algún lado). Quién sigue construyendo las mórbidas paredes que extienden el laberinto?

Mora Blueness 27-11-05

2 comentarios:

mora blueness dijo...

hay una verdad que es más grande: los laberintos no tienen techos

Unknown dijo...

Quién sigue construyendo las mórbidas paredes que extienden el laberinto?
por dios... me está permitido ahogarme en un vaso de wisky?